Del comienzo al no me acuerdo
Tristeza
Tristeza: Se comprende a la tristeza
como a la lluvia de lágrimas; a la sombra viscosa que escurre en
cantos de sollozos.
Se manifiesta en la tristeza cuando los sueños
realizados corresponden a realidades no deseadas, rechazadas. ¡Cuanta
energía dirigida a conseguir una ensoñación alejada, no
cumplida!
Es la tristeza la madre de ciclos obsesivos, de horrores
evitados, de charcos empantanados de berrinches estomacales, de
pataleos gástricos: efervescencia de dolor.
Tristeza son los
peces moribundos, las pulgas de agua asfixiadas, las tortugas
descorazonadas, descorazadas en ríos absurdamente contaminados. Es
tristeza la insuficiencia de palabras para relatar el instante de la
vida oprimida, la penuria inducida por la explotación, el despojo de
la tierra por brazos mecánicos con armaduras de hierro: hierro pala,
hierro tanqueta, hierro ejército, hierro carruaje, hierro moneda.
Fuerza de hierro.
Si se comienza a reconocer a la tristeza -en los
enamoramientos profundos, en las muertes ajenas, en las mañanas,
tardes o madrugadas cualesquiera (fondo de las arenas movedizas)-,
puede suceder que, sólo cambiando el punto de atención, aparezcan
otras cosas: elementos constitutivos de la tristeza, piezas múltiples
de donde se pueden sacar historias que narran cuentos estructurados y
maravillosamente creados. Son narrativas que nos convencen
absolutamente y que no sólo creemos, sino que las vivimos y sufrimos
con toda la energía que se puede; nos personificamos y lloramos,
profundamente lloramos, amargamente lloramos, inmensamente lloramos,
personalmente lloramos, ahora mismo lloramos.
Dicen que la
tristeza brilla en la mente mientras todo el entorno se oscurece y,
ahí, deslumbrado por el sentimiento, caminamos a tientas para
reconocer el camino.
Es verdad, algunas veces se está triste.
Caparazones
juglares
5 septiembre 14