Fugitivo
1
Mientras
los dragones observaban su imposibilidad de llegar a las estrellas,
invadido de temor, el Fugitivo deambuló por las laderas de la
montaña esquivando grandes precipicios hasta llegar a la llanura. La
confusión en la que se encontraba debido a la revelación que había
presenciado sobre la naturaleza de todas las cosas le absorbía
tantas energías que su caminar se fue sumergiendo en un terreno cada
vez más pantanoso, producto de la humedad salpicada por el llanto de
las montañas. Las lluvias, la neblina, el clima templado apresuraba
el desarrollo vegetal, permitía que la tierra se convirtiera en
fango desbordado por charcos estancados, cuna de mosquitos y
renacuajos. El Fugitivo fue descubriendo una maraña de ramas cada
vez más espesa a medida que se alejaba de la cima: las rocas
monumentales, los riscos nevados, la zona sin árboles se quedaban
atrás y ahora se enfrentaba a un sendero diferente, con un aire más
oxigenado, con un recuerdo que lo seguía cada que el cielo
estrellado se colaba entre la sábana de hojas con las que los
maestros de la calma arropaban la zona pantanosa; andando así, el
Fugitivo aprendió que era imposible permanecer seco; el fango se
apartaba ante sus patas para devorarlas de inmediato, se encontraba
ante un silencio enrarecido, un silencio imaginario orquestado por
una sinfonía de chirridos y crujidos de espectros invisibles
-ocultos a su vista- que lo observaban a cada paso: sus alas
golpeando las hojas, su cola estremeciendo la quietud de las aguas,
sus garras cubiertas de lodo, su hambre manifiesta en las costillas
que clamaban por salir de la carne. Falto de fuerzas, el Fugitivo se
dejó caer en una trampa movediza que lo succionó hasta ocultarlo
bajo la tierra.
2
Después de
maravillarse de las alturas de la tierra, al haberlas escalado, los
dragones se quedaron abrumados ante la inmensidad del cielo que
escapaba del planeta: las nebulosas llenas de estrellas, cometas, luz
y etcéteras se manifestaron como la belleza suprema de la creación,
de la existencia del todo. Así, en la cima de la montaña, su
enamoramiento por los polvos cósmicos proyectó una red entre la
cumbre y el firmamento. La experiencia de lo sublime estalló cuando
aparecieron las respuestas vivas recibidas desde una lejana mancha
estelar, provocando el olvido de la lejanía para hundirse en una
francachela de ilusión. A la ilusión se le impuso la distancia
absoluta, física, descubriendo que la emoción ante lo sublime había
puesto a prueba las lecciones de calma obsequiadas en el ascenso;
reforzando la observación sobre la importancia de los detalles que
aparecen en los deseos y las consecuencias que éstos generan.
3
Las
estrellas, con sus movimientos particulares, sólo se narraban en
destellos de sus proceso de creación y destrucción, eran el reflejo
de la tierra. Eran un proceso vivo que seguía un andar particular.
La sabiduría entregada a los dragones contenía el vacío: era el
reflejo de la tierra. La totalidad del mundo se empequeñeció al ver
las fronteras a las que se enfrentaba, al descubrir su diferencia en
el entorno: era el reflejo del universo; reflejo de una vastedad de
existencias interconectadas que narraban historias de múltiples
formas sobre la existencia milenaria (mil-millonaria) de los evos.
Era el reflejo de la articulación de sistemas donde todo se atraía
para construir nuevas condiciones químicas de realidad. Era la vida
manifestándose en la obscuridad de lo desconocido, del silencio, de
lo quieto.
4
La
red lanzada
al espacio
mostró
la
interacción entre múltiples montañas y volcanes, entre
las
nubes y los mares, interacción
con
ciudades y con explosivos, con tiemperos y alpinistas, con desiertos,
con selvas, con hongos,
con un mundo contenido en su atmósfera. Un mundo compuesto de
archipiélagos que generaban
nuevas atracciones, interacciones específicas, realidades
constantemente
diferentes.
Y,
como el mundo, la majestuosidad egocéntrica de los
dragones fue apuñalada por la vastedad del todo, por la minuciosidad
de las observaciones, por la incomprensión de la muerte y la vida,
por la historia, por la evolución: por el rebuscado desarrollo que
tenía la voracidad del apetito hasta llegar al extremo humano. La
necesidad de actuar frente a las profundas muestras de odio
destructivo que se presentaban en el mundo asfixiaron a los dragones.
La comprensión de la empresa gigantesca que se estaba desarrollando
implicaba apresurarse para tomar posturas frente a la realidad
descubierta. Y ahí, ante la distancia insuperable con la armonía de
las nebulosas, los dragones lloraron junto con las montañas.
5
Las
lágrimas escurrieron por las laderas hasta llegar a los pantanos,
brotaron para llegar a los mares y se evaporaron en el desierto. Las
gotas de tristeza invadieron el mundo permitiendo que la tierra
floreciera, que las parvadas y manadas alumbraran a su descendencia,
que los carnívoros y carroñeros devoraran muerte, que las distintas
temperaturas danzaran en corrientes de aire. Las lágrimas eran los
dragones fugitivos que comprendieron que existían necesidades
concretas por resolver antes de viajar a las nebulosas; y bajaron
envueltos en llanto: hundiéndose en los pantanos, fundiéndose en
las olas, explorando las nubes, consumidos por las plantas.
Desapareciendo en el mundo.
6
El Fugitivo
se convirtió en alimento de tortugas, obteniendo, gracias a esto, su
coraza, su miedo, su hambre, su pico y sus garras; perdió nuevamente
sus alas como cuando se convirtió en hormiguero, en conexiones
subterráneas. Su andar fue seguido por otros fugitivos que también
lloraron lágrimas de pantano, disolviéndose en reptiles milenarios
para aprender la calma de la longevidad. El Fugitivo se había
transformado para no ser encontrado.
7
El Fugitivo
emergía de la arena, pastaba en islas, se refugiaba en desiertos e
iba aprendiendo nuevas estrategias acorazadas de supervivencia,
útiles en la lucha por la comprensión de la innegable interacción
del todo y la necesaria actuación en relación a la naturaleza de
todas las cosas.
8
Ahora, el Fugitivo -todos los dragones hechos
tortugas- sobrevivirá a sus depredadores -los grandes supermercados
que drenan los pantanos, los químicos vertidos en el mar, el apetito
consumista insano de la cultura moderna, de la bestia neoliberal
globalizada- gracias a la ilusión de seguridad que le otorga su
coraza.