miércoles, 15 de mayo de 2013

¿Qué es la noche, sino fiesta?


¿Qué es la noche, sino fiesta?
A la oruga roja
que camina por los tallos de mi alma,
qué se come las hojas de mi pensamiento,
que le regalo la savia de mis palabras.
A la panda roja
la que nació de una Nebulosa, 
la que bajó al sur, abajito a la izquierda,
A la gota de agua,
burbuja, nido de gorriones,
néctar de jirafas.

Todavía en la noche iba diciendo el bufón de madera, flotando río abajo, juegos de palabras que rimaran entre ellas. Las teñía de verdes violetas, de juncos, de estrellas.
Empapado por las praderas, por los barrancos, navegaba el bufón de madera, con su traje de pintura hinchada desbordaba risas de agua. Mantenía una constante de giros que cambiaba de velocidad dependiendo de los remolinos de la corriente.
Había tomado el camino a casa después del gran evento de la cima, estaba agotado y sudando granos de arena, sus pies negros descascados descansaban mientras su jolgorio de frases hilarantes llenaba el corazón de los árboles.
Bajaba como bajaron los toneles vacíos de ron y vino, bajaba, así como la lluvia cae del cielo a la tierra, como las parvadas anuales de especies infinitas recorren el sur y el norte, como la lava que, no pudiendo subir más con el impulso de su erupción, se derrama en la piel de la tierra, sobre sus curvas elevadas, sobre sus muslos de praderas extensas, con copos de ceniza y nubes de calor.
Bajaba, el bufón de madera, de las raíces a las copas, del tiempo al espacio.
Sus cantos se movían por laberintos de madrigueras, por nidos y refugios; bailaban las hojas con el viento, la yesca con insectos, la resina con la corteza.
Eran cantos de sandía, remos de festejo, impulso de alegría.
Viajaba en rápidos, ya en la noche, el cantarín bufón de madera, viajaba en llanos de agua tranquila, el bufón hinchado de madera, llegaba pronto a las fauces del mar, el bufón, colmado de festejo y ron, hecho de madera.
Tras de él, fuera del río, bajaban pasos hipantes de ron, bucaneros animales, jirafas y mapaches, hormigas y polluelos, colibríes y dragones, insectos, insectos y más insectos, caballos, buitres, ratones y pelícanos; bajaron también gotas de agua (borrachas como una alberca), chanchos feroces y tiernos lobitos, peludos lobitos.
Tropezando bajaron, bailando con las hojas de los árboles, con la luna brillante.
Borrachos bajaron, cantando con los moscos incansables, con el polvo escandaloso.
Contentos bajaron, siguiendo al bufón de madera, festejando, divertidos; rodando bajaron, felices bajaron... todos los años bajaron, bajaron y bajaron -y seguirán bajando mientras vayan subiendo-, porque los años, son como el agua, se evaporan y llueven, y nos mojan, y se secan, y nos riegan y nos enferman y nos llenan de hongos y no se detienen aunque parezcan estancados, así son los años, vienen y vienen y vienen, a veces en lluvias que bailan y son escandalosas, a veces en olas continuas que respetan nuestra playa, o no, a veces en chorritos que se van desapareciendo, y otras en continuos golpeteos que nos erosionan y nos marcan surcos en la piel.
Y todos ellos bajan, bajan después de festejar que del cielo estrellado, de las cavernas de las montañas, ha nacido otro año nuevo, otro más con el que se puede bailar, cantar y todas esas cosas. Otro más de nosotros que se encuentra como que perdido entre tanta nieve y cielo, y que lo entiende todo cuando ve que viene subiendo, del mismo modo que bajan -fiestas, bromas, borrachos- esos compañeros, los otros años que ya se han adelantado.

Revolución Fantástica
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