¿Qué es la noche, sino fiesta?
A la oruga roja
que camina por los tallos de mi alma,
qué se come las hojas de mi pensamiento,
que le regalo la savia de mis palabras.
A la panda roja
la que nació de una Nebulosa,
la que bajó al sur, abajito a la izquierda,
A la gota de agua,
burbuja, nido de gorriones,
néctar de jirafas.
Todavía en la noche iba diciendo el
bufón de madera, flotando río abajo, juegos de palabras que rimaran
entre ellas. Las teñía de verdes violetas, de juncos, de estrellas.
Empapado por las praderas, por los
barrancos, navegaba el bufón de madera, con su traje de pintura
hinchada desbordaba risas de agua. Mantenía una constante de giros
que cambiaba de velocidad dependiendo de los remolinos de la
corriente.
Había tomado el camino a casa después
del gran evento de la cima, estaba agotado y sudando granos de arena,
sus pies negros descascados descansaban mientras su jolgorio de
frases hilarantes llenaba el corazón de los árboles.
Bajaba como bajaron los toneles vacíos
de ron y vino, bajaba, así como la lluvia cae del cielo a la tierra,
como las parvadas anuales de especies infinitas recorren el sur y el
norte, como la lava que, no pudiendo subir más con el impulso de su
erupción, se derrama en la piel de la tierra, sobre sus curvas
elevadas, sobre sus muslos de praderas extensas, con copos de ceniza
y nubes de calor.
Bajaba, el bufón de madera, de las
raíces a las copas, del tiempo al espacio.
Sus cantos se movían por laberintos de
madrigueras, por nidos y refugios; bailaban las hojas con el viento,
la yesca con insectos, la resina con la corteza.
Eran cantos de sandía, remos de
festejo, impulso de alegría.
Viajaba en rápidos, ya en la noche, el
cantarín bufón de madera, viajaba en llanos de agua tranquila, el
bufón hinchado de madera, llegaba pronto a las fauces del mar, el
bufón, colmado de festejo y ron, hecho de madera.
Tras de él, fuera del río, bajaban
pasos hipantes de ron, bucaneros animales, jirafas y mapaches,
hormigas y polluelos, colibríes y dragones, insectos, insectos y más
insectos, caballos, buitres, ratones y pelícanos; bajaron también
gotas de agua (borrachas como una alberca), chanchos feroces y
tiernos lobitos, peludos lobitos.
Tropezando bajaron, bailando con las
hojas de los árboles, con la luna brillante.
Borrachos bajaron, cantando con los
moscos incansables, con el polvo escandaloso.
Contentos bajaron, siguiendo al bufón
de madera, festejando, divertidos; rodando bajaron, felices
bajaron... todos los años bajaron, bajaron y bajaron -y seguirán
bajando mientras vayan subiendo-, porque los años, son como el agua,
se evaporan y llueven, y nos mojan, y se secan, y nos riegan y nos
enferman y nos llenan de hongos y no se detienen aunque parezcan
estancados, así son los años, vienen y vienen y vienen, a veces en
lluvias que bailan y son escandalosas, a veces en olas continuas que
respetan nuestra playa, o no, a veces en chorritos que se van
desapareciendo, y otras en continuos golpeteos que nos erosionan y
nos marcan surcos en la piel.
Y todos ellos bajan, bajan después de
festejar que del cielo estrellado, de las cavernas de las montañas,
ha nacido otro año nuevo, otro más con el que se puede bailar,
cantar y todas esas cosas. Otro más de nosotros que se encuentra
como que perdido entre tanta nieve y cielo, y que lo entiende todo
cuando ve que viene subiendo, del mismo modo que bajan -fiestas,
bromas, borrachos- esos compañeros, los otros años que ya se han
adelantado.
Revolución Fantástica
Nebulosas Australes