miércoles, 27 de julio de 2011

De las muertes de mis muertes XII

De las muertes de mis muertes
Máscara

Mi careta
Mi persona
Mi rostro

Inescrutable
Transparente
Endurecido

Con mis límites, bajos mis gestos
Sin sonido
Sin movimiento

Propio

Bajo sonrisas falsas
Y atenciones sobre la mesa
Sueños que se olvidan
Recuerdos que se otorgan

Que se regalan:
A unos pocos,
A unos cuantos
Dándose o para nada cuenta

Resumen de historias verdaderas
Narraciones de selecciones

Ese rostro me obedece
Cuando creo que me obedece
aunque de hecho
soy yo el que lo hace.


Anormalidad Incómoda
Revolución Fantástica

domingo, 3 de julio de 2011

Grafito y migajón

Grafito y migajón



Desde esa vez no lo olvidaría nunca. Ahora estaba completamente seguro de su significado.

La tercera vez que sucedió pasó desapercibido, ahora mismo no sé cuantas veces ha ocurrido exactamente lo mismo; sin embargo he logrado aislar algunas de esas ocasiones para reconstruir lo perdido.


Escribo cuentos, historias y fábulas, escribo textos como se van presentando, lo hago porque es el primer paso para irme corrigiendo, para crear historias que rescaten el recuerdo de un modo tangible y creíble. Lo hago del modo más adecuado, reflejándome a mí mismo, jugando con la hoja y con mi historia. Recreo mis recuerdos.


Llevo cierto tiempo haciéndolo, lo he anotado, 946 días desde que logré resolver el laberinto, desde que me di cuenta de la realidad de los mosaicos sobre los que me paro cada día y la falsedad de las palabras e ideas que me han alimentado durante esos años que se confunden con el escándalo de los pájaros en los parques, de eso que rellenó los huecos de mi memoria, brincando entre rostros y anécdotas que han aparecido a lo largo de mi vida.


Desde que murió mi hijo mi memoria me ha jugado chueco, ha decidido olvidar todo lo que juntos construimos. Fue mi primer y único hijo. El olvido se presentó alejando a su madre de mis recuerdos, eliminando mi casa y mis amigos, difuminando entre líneas irreales formas que estaban llenas de contenido. Me movía entre nubes densas que me impedían ver hechos claros, hechos que me ocurrían; vagué en un desierto de imaginación. Y entre esas fronteras difuminadas, esas que no lograban hacer distinguir a las cosas unas de otras, apreté mi mano cargada de confianza contra las ilusiones que me configuraban.


Cada momento me iba perdiendo más en mi mente, me encerraba junto a mis construcciones, me mantenía aislado, vedado al mundo externo. Ahora sé que lo exterior actuó sobre mí mientras yo construía escenarios para complementarme. Encerrado en un cuarto era alimentado y entrevistado. Sé que pasé por momentos similares de contacto con el mundo porque uno de esos logró despertarme. Muchos no se relacionaron con los gritos por la mañana de mi madre-realidad, fueron situaciones-realidad que interrumpían mi sueño apenas lo necesario para volver a dormir.


Cada que escribo lo hago con el único instrumento que me mantiene en la realidad, lo he hecho completamente mío, lo mantengo con un significado que me permite acceder al rostro de mi hijo, a su sonido, a sus palabras. Lo uso para crear mis historias, mis cuentos, lo hago porque es algo que me permite borrar lo que he construido, modificarlo y seguir construyendo. Como he hecho conmigo.


Me despertó: Una vez como sonido sobre la hoja de cualquier informe que debía ser llenado con mi entrevista, otro como un objeto retirado para evitar que me hiciera daño, una vez más asomando en la bolsa de la camisa de algún familiar que vino a verme, de nuevo en otra ocasión sólo siendo nombrado. Y esa vez con la apariencia de palabra “examen” que ha hecho que no pueda olvidarlo.

Un día antes de su muerte mi hijo de nueve años me dijo que tenía un examen y que necesitaba un lápiz para poder borrar si se equivocaba.
Anormalidad Incómoda
Revolución Fantástica

Gusanos del pantano

Gusanos del pantano

A Santa Fe por mostrármelo

a pesar de no ser las torres de satélite


Cuando se supo que las naves espaciales estaban llenas de invasores las armas fueron la única opción en la que se confió, el desarrollo armamentístico era tan elevado que jamás se imaginó que unas formas de vida más evolucionadas pudieran repeler de un modo tan sencillo los ataques.


La capacidad de los guerreros interestelares para controlar el estado de su materia corporal produjo un malestar generalizado, la posibilidad de esos seres de reconstruirse y viajar como partículas excitadas de un modo organizado destruía la fe de los estrategas más capacitados.

Cinco monjes que había estudiado durante toda su vida el arte de la meditación y las artes marciales a través de la energía salieron de su templo y, escalando las cadenas que lo suspendían en el abismo, emprendieron el viaje. Así, con los ojos cerrados y desnudos, llegaron al pantano.


Las naves se colgaban de los paisajes que alimentaban el recorrido de los monjes. Succionaban las aguas de los ríos, perforaban la tierra y extraían plantas y animales. Todo ser que puso resistencia a los invasores fue desintegrado desde adentro.


Al llegar los monjes el pantano respiró y les ofreció un terreno fangoso con olores putrefactos; cada uno pisó el terreno y comenzó a sumergirse.


El planeta rechazó a los invasores, en su núcleo los cinco monjes se encontraban meditando y combatiendo la perpetración de los extraterrestres.


Con movimientos que se leían como una danza lenta aglomeraban la energía necesaria para evitar el acercamiento de los otros. Las naves fueron empujadas hacia el espacio.


Los cinco monjes se fundieron en el núcleo de la tierra desde donde comenzaron a trabajar para su reconstrucción como los viejos textos lo indicaban.

Disculpas Ausentes

Revolución Fantástica