viernes, 21 de enero de 2011

De las muertes de mis muertes VIII

De las muertes de mis muertes
Escribir
Recojo letras del piso
como colillas de cigarro,
compro palabras,
como si fueran putas.

Ahorro sílabas,
debajo del colchón;
Las escondo,
No sé cuantas tengo.

Reciclo ideas,
Relleno oraciones,
Con faltas de sentido.
Evito escribir.
Para que nadie me lea.

Tirando frases,
Como semén de pene masturbado.
Jodiendo parrafos,
Con comas, y puntos.

No escribo,
Copio.
No cuento,
Escucho.

No escribo,
Esta complexión de verso
no rima,
se contradice.

Transmito,
Transmitiendo que no transmito.
Escribo,
Escribiendo que no escribo.

Y eso es porque lo hice.
Revolución Fantástica

sábado, 15 de enero de 2011

Sociedad

Sociedad

Sus labios se movían, predicaban ideas habladas, encontraban verdades para expresar lo que sentían que el cerebro quería expresar. Del otro lado de la voz las orejas se colgaban del sonido, concentraban su enfoque a lo que de la boca se desprendía, los demás rumores del entorno resplandecían sin intensidad distrayendo levemente la imagen auditiva en el espacio.

A medida que se iba conformando el sentido del ruido producido, la contraparte construía opciones inmediatas,
cada instante iba siendo interpretado a partir del pasado inmediato y de la historia compartida. Mientras se iba construyendo la charla, la persona que escuchaba iba juzgando lo que se le enunciaba y le alegaba mentalmente, a partir del contexto de ese momento y a partir de lo que había vivido con la otra persona.

La pronunciación no sólo era producida por la garganta, estaba sumergida en gesticulaciones y malabares con el cuerpo, movimientos de sus facciones, parloteo de manos, codos y uñas, contracciones del esternón, inflamaciones del pecho y viento meciendo su cabello.

Mientras el discurso se iba extendiendo la mente de la otra persona iba conformando diálogos posibles, cada ciertas letras podía conducir la articulación del mensaje a una discusión que haría perder el hilo de lo que se estaba construyendo.
La imaginación se llenó de imágenes que relataban diversos paisajes plausibles, réplicas inmediatas a posturas externadas en el suave movimiento de la lengua de la primera persona.

Decidió no rebatir, no emitir alguna onda sonora más que la producida por su respiración, permitiría continuar la historia. En ciertos momentos los reclamos se estancaban en su tráquea, a ratos las carcajadas herían su estómago como si hubiera recibido numerosas puñaladas. Las oraciones que transitaban su cabeza eran llagas abiertas que laceraban sus encías. No construiría una encrucijada en la vereda que estaba siendo transitada por el carruaje que llevaba la narración.

Las correcciones del cuento no se formulaban. Al declararse mudo se otorga la razón plena al que verborrea.

El monólogo continuaba, una batalla entre el famoso juglar cantando su más versada oda contra el atento impertérrito a cualquier sinfonía producida por exclamaciones expulsadas al aire.

El soliloquio se ofuscó, el carruaje parecía aplastado por una ciudad edificada en milésimas de segundo, cada frase se hundía en aguas pantanosas repletas de caimanes. Carecía de sentido.
Su dicción encerraba a las mariposas del abecedario en una pecera de cristal, el barco encallaba en un banco de arena. Sólo quedaba el escándalo de la expectativa.

Demasiada ira acumulada, estaba absorta de necesidad de algún tipo de objeción; expulsar tantas cosas desde lo interno para que
coincidieran con lo que el lenguaje aceptaba como real no era sencillo, y la falta de reacción ante las dudas que habían resultado de la redacción de pensamientos, ante las negativas y cuestionamientos, ante el copioso vacío de la corroboración de hipótesis, de la ausencia de estimular la continuidad.

Se sentía desfallecer,
el golpe al sentido era brutal.

El miedo a estar en ese momento compartiendo algo que probablemente lastimaría a la otra persona, el temor al cálculo no hecho, a una programación fuera de la intención. Los ojos en menos de un instante
dieron a conocer realmente la información correcta, diciendo sin palabras ni conceptos lo que en todo el rato se estaba ocultando.

Le respondió con la mirada. Respondió que había
entendido.

La
comunicación estaba completa, se necesitaba continuar con la fachada intempestiva. -¿Qué opinas?- dijo con desesperación, ansiando oír al que había sido su espectador.

Tras una pausa contestó el
silencio.
Revolución Fantástica

“El sistema sociedad no se caracteriza entonces por una determinada ‘esencia’ (Wesen), ni mucho menos por una determinada moral (propagación de la felicidad, solidaridad, nivelación de condiciones de vida, integración por consenso racional, etcétera), sino únicamente por la operación que produce y re-produce a la sociedad: eso es la comunicación. Luego, por comunicación se entiende (así como por operación) un acontecimiento que en todo caso sucede de manera histórico-concreta, un acontecimiento que depende por tanto de contextos —no se trata, pues, únicamente de aplicación de reglas del hablar correcto. Para que la comunicación se efectúe es fundamental que todos los participantes intervengan con un saber y con un no-saber.
[…]
Como
praxis del sentido, la comunicación también se ve obligada a hacer distinciones para señalar uno de los lados y proveerlo con enlaces.
[…]
Cuando se entiende a la comunicación como una unidad compuesta por tres componentes producidos por la misma comunicación
(información/ darla-a-conocer/entenderla), se excluye la posibilidad de adjudicarle a uno de ellos un primado ontológico. No puede partirse de que primero se da un mundo objetivo sobre el cual después se habla. Tampoco, el origen de la comunicación se encuentra en la acción ‘subjetiva’ —proveedora de sentido— del darla a conocer. Ni existe tampoco de antemano una sociedad que prescribe a través de sus instituciones culturales lo que debe entenderse por comunicación. La unidad de los acontecimientos comunicativos no puede derivarse ni objetiva ni subjetiva ni socialmente. Justo por eso la comunicación se crea para sí el médium del sentido en donde incesantemente se establece si la comunicación siguiente busca su problema en la información o en el acto de darla-a-conocer o en el entenderla. Los componentes de la comunicación se presuponen mutuamente: están enlazados de manera circular. No pueden fijar sus externalizaciones en modo ontológico como si fueran atributos del mundo; cada vez las tienen que buscar en el paso de una comunicación a otra.”
(Niklas
Luhmann, La sociedad
de la sociedad)