El
número es 60
Y la mente parece como miles de
explosiones a la vez, miles de pensamientos, como en una carrera en
donde los 60 (necesariamente en números y no en letras) carros que
compiten se encuentran en el centro de la pista y explotan al chocar.
Como la letra de una canción que conecta las neuronas en tormentas
eléctricas diminutas e iluminan el cerebro. Escuchando lo que nadie
oye: el viento, la gelatina, el verde y el azul. Revólver en la sien
con una sola bala, jugando a la ruleta rusa. La la la la lara lala,
la la la la lara lala. Calcetines con hongos, apestosos y revueltos
con la ropa interior. Como venas sangrientas palpitando en el cuello,
despertando sueños vampíricos. Ranas saltando o croando en un
estanque involuntario o cicatrices de piquetes de mosco por tanto
rascarlas. Teclazos de conexión irreal para concretar citas reales
para solucionar problemas mentales autocreados y destituidos.
Señuelos lanzados en un tinaco verde montado en una casa azul. Y los
colores desaparecen por momentos para recordarlos bajo una mirada o
recuerdo propio del color. Defendiendo lo aprehendido, defendiendo lo
escuchado e incluso lo comentado. Madre e hijo mezclados en una
plática emocional creada por choque de visiones y puntos de vista.
Silencio contra ruido, ruido para eliminar al silencio, relación de
sujeto-objeto entremezclado en la dominación del sujeto ante el
objeto. Espacio vacío que es intentado llenar. Chupo mi cigarro.
Escritos no realizados pero pensados y de una manera olvidada, que su
realidad como ser, ya no es. Sartre, Kundera, Siouxie, Rice, García
Márquez, Polanski, Doyle, Goffman, Marx, Sabina. Otra vez el verde y
el azul. Tomo mi cerveza, prendió el porro. Perforación, greña,
semen, NADA. Y miles de explosiones, miles de pequeños golpeteos de
botones cayendo al suelo para formar la cama más grande de botones.
Recuerdos.
La tienda.
Rodeado de telas de miles de
colores, el rojo y el amarillo juegan con el verde y el azul, el
negro amamanta al rosa y el morado baila con Violeta (sí, faltó
"el" porque es Violeta, no el violeta), las demás
estampadas con agapantos y rosas se estiran durante toda la canción
de 19 días y 500 noches, abarcan las paredes y la tienda se
desacomoda, se arruga y se deja caer. La cama. Formada por las telas
y el "pix-pix" mágico (siempre el recuerdo), el suelo
desnudo y blanco. El techo se abre y caen los primeros botones, las
primeras explosiones, rebotan y vuelven a caer, y rebotan de nuevo.
Movimiento. Electricidad. Y caen más y caen otros, y se llena y
resulta ser la cama, enorme y repleta de botones. Relleno de botones.
Guerra de botones. Descanso de botones. Mentiras de botones. La
posibilidad de abrir y de cerrar. Clavado.
Es la posibilidad de ser lo que se
quiera. Las noches son de bodas y las lunas de miel. Discípulo de
Sabina, hijo posmoderno, tristemente etiquetado por una estúpenda
(sí, estÚpenda) idea de ser el reflejo de la historia de la
humanidad. Ego presente.
Explosiones redondas y cuadradas,
risas ahogadas y garganta que no sabe que sacar.
Quiero silencio y no lo encuentro.
Sueño quizás, los sueños dicen
que no corte mi cabello.
Completo y totalmente entregado.
(¿A qué?, no lo sé).
Revolución
Fantástica