miércoles, 21 de mayo de 2008

Ojos en blanco


Ojos en blanco

Tumbado en la cama del hospital las correas presionaban sus muñecas, sus tobillos, su abdomen.
Quería levantarse, sentía la necesidad de hacerlo, había estado mucho tiempo recostado, Verdi en la recamara, "Va, pensiero, sull'ali dorate", y la neceisdad de levantarse, la presión de las correas, el grito ahogado de su garganta, la voz grave de la ópera, los ojos desorbitados, el dolor quemándole las venas, los bazos reventandos, el cuello estirado con las venas marcadas, ojos inyectados de sangre, sudor en la frente, miles de voces en la música. Enojo concentrado.
La idea romántica de la ópera, los cambios repentinos, felicidad mezclada con el placer de la liberación, felicidad de la esclavitud porque promete estar libre.
Espuma por la boca, ojos en blanco, puños apretados, doctores llegando, apretándolo contra el camastro, dándole toques, inyectándolo, durmiendo.
Volando con las cuerdas del violín, elevándose con los tonos del tenor, durmiéndose cuando necesitaba estar despierto, dejando a todo fuera, recordando a Kundera en su idea de lo insoportable de su levedad.
Está acostado, en el fondo hay unas flores y le sale sangre por la nariz.

viernes, 9 de mayo de 2008

Circo


Circo

Colores, alegres colores.
Colores, tristísimos colores.
Boletos relucientes, boletos impresos con tintas mágicas que aseguran una noche inolvidable, boletos de papel, de papel reluciente y limpio, boletos para entrar al mundo fantástico, con letras grandes y llenas de energía verdadera, boletos reales en su mano, en esa mano deseosa de aplaudir cuando salgan las maravillas del circo: animales, payasos, trapecistas, contorsionistas, fuego y diversas pizcas deliciosas de una magia de ensueño.
Boletos, descoloridos, arrugados, boletos tristes, de mala calidad, simples papeluchos, boletos desechables y apestosos, boletos que deprimen y prometen una noche de hastío, aberrantes momentos sin chiste, boletos con letras que sólo demuestran el deplorable aspecto del circo, boletos inventados, inventados para esa mano, mano desdichada y solitaria, con indiferencia ante las burdas actuaciones, mano que tendrá que palmotear sin ritmo y por puro compromiso, mano que jugará con las tablas de la grada para no tener que darle una gran ovación a tan pobres representaciones de un circo sin color.
Fila larga, llena de niños sonrientes y deseosos de incrementar a su memoria momentos felices, niños excitados y con los brazos atiborrados de comida para disfrutar el espectáculo. Vendedores de algodón dulce, refrescos, palomitas, perros calientes y confitería. Fila llena de expectativa, de niños impacientes con sonrisas naturales y bien formadas. La función está por comenzar.
Fila corta, sin alguien que realmente esté ansioso por entrar a la carpa maloliente. Sólo hay un vendedor cuyo producto son cervezas. Dos hombres sumamente borrachos están delante de él, llevan, en una bolsa de papel, una botella que expide un claro aroma de alcohol barato. Una pareja detrás de él necesita el lugar sólo para poder manosearse de una manera desesperada y poco apasionada. Una fila vacía, sin alguna gota de color que le imprima un deseo para disfrutar el grotesco espectáculo por el que pagaron. La función, por desgracia, pronto iniciará.
La fila comienza a avanzar, poco a poco se va adentrando a un lugar místico y lleno de esperados secretos. La fila sigue avanzando, se acerca al primer telón y se escuchan las palabras de dos personas vestidas de una manera elegante y divertida diciendo que lleven los boletos en la mano, que los tengan listos, que más adelante los acomodadores los llevarán a sus asientos. La fila sigue avanzando y pasa el segundo telón donde el grupo se empieza a dividir en partes que son hábilmente conducidas hacia la sección que marca el boleto que cada uno lleva entre sus dedos. La silla está junto a una familia de cinco personas. El lugar está alumbrado y las pantallas encendidas, la cámara va recorriendo las distintas butacas y captura gestos y acciones que son mostrados en las pantallas de enfrente. Hay ocasiones en las que todos ríen, otras en donde la gente voltea y saluda. El vendedor de tubos luminosos, lamparitas para el inicio del espectáculo, muestra sus productos que son recibidos con gran emoción por los niños pequeños. Es un momento lleno de felicidad.
La fila se mueve. La carpa tiene una especie de cortina que deja salir aromas de animales y de sudor. Detrás de la cortina, cortina de putero, está una persona gorda con traje ajustado y viejo, lleva tirantes rojos sobre una camisa blanca que tiene los dos primeros botones desabrochados. El saco lo ha dejado en la silla. Al extender el brazo para romper los boletos se puede observar una gran rueda de sudor que nace de las axilas, después de observar a los futuros espectadores, y obsequiarles una mirada hosca, abre la segunda cortina y los deja pasar. El piso de tierra levanta polvo, sólo hay una entrada a la que los pocos de la fila se dejan llevar movidos por un impulso irreal. Las tablas de las gradas están rayadas y sucias, son incomodas y tiemblan cuando alguien camina sobre ellas. Dos de tres reflectores apuntan hacia el centro de la pista, el otro ilumina una cortina por la cuál saldrán los entretenedores de ese público poco numeroso. El tercer reflector titubea hasta que una persona del circo le da una patada y deja de dar la luz intermitente. Nadie sonríe, los borrachos siguen bebiendo, la pareja ha comenzado a besarse de manera grotesca, algunos espectadores están dormidos, dos chicos fuman, un hombre parece que tiene la mano dentro del pantalón, una niña llora y le jala la ropa descuidada a su mamá, una mamá que por la apariencia muestra que es golpeada por su marido y ahoga sus penas en alcohol, un hombre orina debajo de las gradas, los demás espectadores son de diversas maneras, pero la mayoría tienen una pinta de haber salido de una construcción. Es un momento como cualquier tarde gris.
La música comienza, niños emocionados gritan, pues creen que el espectáculo está comenzando. El lugar está lleno. La música juega con los oídos, armoniza con el ambiente. Está creada con muchos instrumentos y una voz dulce entona letras ininteligibles como coros de obras musicales antiguas, coros con partitura. Poco a poco se empiezan a apagar las luces y todas las lamparitas y tubos luminosos resplandecen en el circo. La música sigue y, entre orgasmos de percusiones y violines, se escucha una voz con eco que resuena en cada oído del público, una voz potente, grave, una voz que da la bienvenida y anuncia que el espectáculo está comenzando, una voz que no se sabe de dónde viene porque las bocinas están acomodadas en todas partes. Todos los ojos apuntan hacia distintos lados. Un reflector logra concentrar todas las miradas hacia la plataforma principal. Súbitamente se apagan todas las luces, la voz se calla, la música termina y la tensión llega al límite. Repentinamente se escucha la misma voz anunciando el circo, el más maravilloso, electrificante, inimaginable, asombroso, increíble, divertido y mágico circo. Mientras su voz apareció, unas luces moradas brotaron desde el piso, un sujeto está parado en medio de la plataforma perfectamente negra, lleva un traje de gala, con el filo del saco verde, un verde que brilla con esa luz diferente, tiene puesta una máscara blanca inexpresiva y un sombrero de copa, la máscara reluce con un blanco diferente debido a la luz escondida en la parte inferior del escenario, el sombrero de copa tiene, del mismo modo, una cinta verde que brilla con la luz morada como la cinta del traje. En un sólo movimiento se libera del vestuario y sale un humo blanco detrás de este personaje, las luces escondidas se apagan y en su lugar, al borde de la plataforma, se prenden unas pálidas luces que apenas iluminan el lugar donde todos los ojos observan, un reflector con un haz débil apunta hacia la masa de humo, que al disiparse, muestra a una persona con el sombrero en una mano, con un traje de lentejuelas doradas, plateadas, negras y moradas, con un ramo de flores en la otra y con una sonrisa, ya sin máscara, que le ofrece a todos los espectadores. En las pantallas se puede ver el final de lo que ocurrió, se observa perfectamente la cara acercada del sujeto, su sonrisa demuestra el inicio de la magia del circo. El lugar estalla en aplausos.
La música comienza. Ligeros redobles de tambor anuncian la salida de un actor del circo hacia la pista, los tambores se oyen en las tres bocinas del lugar, la calidad de la grabación demuestra que es vieja, a los tambores le siguen unas notas mal ejecutadas en trompeta finalizando con unos platillos que cortan la música, sale detrás de la cortina un sujeto rechoncho, bajito, calvo y con unos bigotes que terminan en punta, lleva un saco negro, unos pantalones del mismo color, rotos de una rodilla y con un parche para simular la abertura, el dobladillo está mal cosido, la camisa blanca tiene manchas de grasa que no pudieron ser removidas cuando se lavó. Lleva un bastón negro, liso y con una empuñadura de metal, el reflector que apuntaba hacia la cortina fue siguiendo sus pasos hasta el centro de la pista, ahí, el hombre se detuvo y, mirando hacia el público, dio la bienvenida al antiguo circo, su voz apenas llegaba hasta las últimas filas, filas ocupadas por nadie. No llevaba micrófono. Alguna persona aplaudió, pero la expresión seria del director apagó las pocas palmadas que un par de manos pudieron crear. El lugar está en silencio.
El individuo es un mago, un mago carismático que, sin dejar de sonreír, repite la presentación del circo, ahora más calmado, con un micrófono apenas visible; su voz, delicada, llega a los tímpanos nerviosos de la gente y, con cálidas palabras, envuelve a todos en el circo diciéndoles que serán parte del show, que el corazón mismo del circo es para todos los que están ahí. Se para al borde de la plataforma con la mirada hacia el reflector, se pone el sombrero y arroja hacia el aire brillos de colores que resplandecen al atravesar el haz de luz que éste provoca, en ese instante, del techo, caen miles de papeles de colores sobre todos los lugares que ocupan las personas. -A continuación- anuncia la voz, -vivirán los movimientos marinos, vivirán emociones y, sobre todo, magia verdadera-. Las luces se apagan y el mago desaparece.
El director del circo espera a que el virtual silencio llegue al lugar, pronuncia unas palabras repitiendo que están en un circo, un circo muy antiguo y que ha dado la vuelta por todo el país, menciona que experimentarán distintas emociones al ver el combate de fieras, risas con los payasos y suspenso con los acróbatas que arriesgarán su vida para regalarles momentos de sana diversión. Anuncia el siguiente acto y desaparece tras la cortina.
Gente cadavérica está en el escenario, el lugar es negro, el piso, las paredes, la cortina, parece que no hay fondo, que existe un vacío inquebrantable.
Todos van vestidos con trajes negros, sólo su cara, sus manos y sus pies están descubiertos, la tela con que se cubren está como adherida a sus cuerpos, cuerpos esbeltos.
Las caras están pintadas de blanco, todos están rapados, hay mujeres y hombres, cada uno tiene los ojos delineados de maneras y colores diferentes y los labios pintados del mismo color que el de las líneas de sus ojos.
La luz pálida sólo da tenues reflejos en el piso y hace que los que están en el escenario se vean ligeramente.
No hay nadie que observe el acto.
Del techo se desprenden telas negras con filo blanco, trapecios, aros, cuerdas.
Cada uno empieza a hacer distintas acrobacias con gestos inescrutables.
Vuelan por los aires, se deslizan por las cuerdas, se enredan en las telas, se balancean en los aros, bailan con movimientos robóticos.
Todos se acomodan en una línea horizontal, hombro con hombro, y el primero voltea la cabeza y besa al de la izquierda, éste recibe el beso y se voltea y le da uno al de su izquierda. Se crea un beso continuo que va desde el primero hasta el último. Se regresa. Se empieza a formar una coreografía donde hay una combinación de besos y de movimientos de cabezas que siguen un cierto orden caótico.
Se separan y empiezan a mover los brazos, se colocan frente a otro y se comunican con estos movimientos.
Caen pelotas del techo y se inician los malabares, malabares solitarios y en conjunto, el espacio sobre sus cabezas pronto se ve repleto de pelotas que van destinadas a alguien más.
Unos comienzan a mover bolas de fuego sujetas a cadenas; otros, palos con las puntas prendidas; otros más, aros prendidos. Las pelotas se estacionan en el suelo.
Todos toman unos monociclos que están en el piso y combinan todas las suertes anteriores, subiendo a telas, balanceándose en los trapecios, malabareando las pelotas, lanzando fuego por la boca, moviendo los brazos en coreografías eléctricas.
Se detienen y se toman de las manos.
Se forma un círculo.
Los de la derecha le quitan la vestimenta a los de la izquierda. Se desnudan.
Las acrobacias nacen de cada uno, sus cuerpos torneados permiten que las hagan con excelente precisión, sus genitales rebotan al hacerlo, se observa la tensión de los músculos en cada acción.
Se detienen.
Gritan.
Se apaga la luz.
Él aplaude, está excitado, los colores de la función, la magia de los actos, la perfección de la coordinación, la música bien elaborada, los payasos impredecibles, las luces deslumbrantes, todo salió perfecto.
Él aplaude, está excitado, los colores de la función, la magia de los actos, la perfección de la coordinación, la música bien elaborada, los payasos impredecibles, las luces deslumbrantes, todo salió perfecto.
Vio un acto bien organizado, la hermosura del trabajo, toda la gente junto a él iba a ver el circo, a ver momentos de distracción en magia moderna, en ensayos constantes. Veían el acto pero nadie quería ser parte del circo.
Vio un acto mal organizado, la hermosura del trabajo, la gente junto a él no iba a ver el circo, fueron a distraerse en un lugar a donde nadie los molestaría, bajo una diversión antigua, con ensayos constantes. Veían el acto pero nadie quería ser parte del circo.
Él sí.
Él sí.


Revolución Fantástica

miércoles, 7 de mayo de 2008

Como si no existiera


Como si no existiera

Mirad las manos ensangrentadas de ese hombre que acaba de matar todo recuerdo, mirad la cara que exhala placer en un gesto demoníaco, mirad cómo el estar consternado erradica la seguridad que creía perenne, mirad cómo el grito le desgarra la garganta y el líquido rojizo y viscoso deambula fatídicamente por el tubo hasta ser expelido por su boca, mirad los ojos con la pupila dilatada, con las venas a punto de reventar, que ven impávidos colores trastornados; mirad la carne arrancada por las uñas nauseabundas, mirad el sutil cambio del personaje mordaz, del personaje virulento, del satírico; mirad como su errabundo caminar llena de asco la habitación, de misterio, de sopor, de ese cambio; mirad como odia, mirad como siente el destruir para concretar, mirad como su mierda consume, en hedores fétidos, la visión de las moscas.
¡Miradle!, mirad cómo eructa, mirad con disgusto cada acción repulsiva que produce su cuerpo, mirad y sabed que él es asqueroso, mirad y escuchad sus gritos demoledores, guturales, cacofónicos, sepulcrales, mirad cómo sus venas se dejan ver en su enmugrecida piel, mirad cómo desea ser lo que no quiere ser, miradle, miradle detenidamente, mirad cómo se retuerce dentro de él, daos cuenta que la proliferación de sus sentimientos lo corroen. Miradle y observad lo humano que hay en él, mirad como no sabe qué hacer, mirad su desesperación, mirad cómo piensa, mirad cómo se destruye, cómo se condiciona para hacer cosas repugnantes y pretende no sentir algo; mirad cómo se autoconsume, mirad como no confía, mirad sus pequeños errores, miradlo y juzgadlo, juzgad sus acciones, juzgad su aspecto, juzgadlo y no tengáis compasión, arremeted contra él; mirad lo que puede ser capaz de hacer, decidle lo que queráis, él no escucha, podéis desahogaros en su persona y lo aguantará todo, no sabemos porque se volvió así. No nos importa. Oímos lo que dice, oímos lo que siente, oímos sus gritos, pero nadie le entiende, comprobadlo vosotros mismos tratad de oídlo y veréis que nada dice, que lo que hace no tiene sentido, vedlo, es como un animalito.
-No quiero que me oigan: quiero que me escuchen; no quiero que me miren: quiero que me observen; no quiero que me juzguen: quiero que me entiendan; no quiero dar asco: quiero que me acepten.
Es verdad: lo hemos oído y dice nada. Es como si no existiera.
-Pero existo.

viernes, 2 de mayo de 2008

Orgía de comida


Orgía de comida

Pliiiin pliin plin, plommmm, sonidos de campanas que anuncian la comida.
Desfile de viandas sabrosas, desfile de carbohidratos, grasas y lípidos. Tun tun, empieza el momento movido, los platillos se molestan; se ven con pasión y, en el centro de la mesa, empiezan una orgía de comida; salen disparadas las ropas de los alimentos: pellejo de pollo rostizado, caldo de frijoles, cáscaras de plátano, salsa de tomate, lluvia de ingredientes, ahhhhh, gritos nutritivos.
Comida, comida y más comida.
Yo como, tú comes, nos(otros) comemos, y tengo hambre.
Cara de indiferencia orgullosa y me cago de la risa.
Tengo que hacer mi antifaz, será un dragón, ya te contaré y te veré.
Mucha tarea, no quiero tener un nombre, por hoy soy un silbido, son los hombres los que ponen nombres.
Nunca pensé decirlo pero me encanta "LA FÍSICA"
Besos a la física bonita, Laurita Lokita.

Letargo Fantástico
Revolución Fantástica
19 de septiembre de 2007